Mi nombre es Hortensio

Esta es la historia de un muchacho poco afortunado. Ya de entrada, sus padres, los Pavone, amantes del cultivo de vegetales, frutas y hortalizas en su propia casa de Longchamps, no tuvieron mejor idea que ponerle Hortensio. Sí, como se lee, Hortensio Pavone, a secas, sin segundo nombre. Seguramente se preguntarán por qué condenaron así a su hijo. Bueno, eso es algo que ni Estanislao de la Cruz Pavone, ni Dionisia Petrona Villa de Pavone, jamás aclararon. Pero de todos modos, para los suyos siempre fue “Tomate”, no sólo por el color al que tornaban seguido sus mejillas sino por la dificultad que generaba armar un apodo con su nombre, pues ni “Horti”, ni “Tensi”, ni mucho menos “Pavo” o “Pavito” parecían apropiados.

Así, con esa pesada carga, empezó a transitar por el mundo Hortensio “Tomate” Pavone. Hijo único, se crió en esa vivienda del sur del Gan Buenos Aires, una casa blanca, baja y pequeña en superficie, pero con un gran terreno en el fondo donde se hallaba la huerta, aquella que autoabastecía a toda la familia. 

Tomate fue de chico muy tímido, de pocas palabras, aunque inquieto, y torpe, bastante torpe. No pasaba un día sin romper algo, acto que acompañaba con una veloz corrida hacia el fondo para evitar el “castigo” de su padre. Este deporte poco feliz de romper cosas, se profesionalizó en Hortensio al momento de empezar a crecer desmedidamente, para sorpresa de una familia de mediana estatura. A los doce años, ya alcanzaba el metro setenta y siete y era dificultoso para él desenvolverse en el interior de una casa no acondicionada para criaturas de su raza. Sus movimientos eran desiguales y cada giro brusco bastaba para llevarse por delante algún adorno de porcelana. 

Pero no sólo rompía objetos con facilidad sino que también se golpeaba y mucho. Para ello, Hortensio tenía una zona corporal preferida: la cabeza. Como si no se contentase con la redondez de su cráneo, Tomate pareció estar siempre decidido a moldearlo a golpes.

Su golpe de bautismo lo recibió a los cinco, cuando en un rapto de Supermanía, se paró en una mesita para emprender vuelo al Palacio de la Justicia, y terminó aterrizando con su frente. Mamá Dionisia aún guarda las fotos de su quinto aniversario que lo muestran “marcando tendencia” con un lomo de burro morado en el medio de la cara. El crecimiento prematuro potenciaría los golpes superiores, siendo su especialidad los marcos de las puertas de casas y medios de locomoción varios.

De todas maneras el porrazo más doloroso de Tomate fue un poco más abajo y varios años antes del mencionado estiramiento. Fue en un festejo infantil, cuando al querer manotear un globo que se hallaba arriba de un ropero, intentó un improductivo salto cuyo descenso encontró el peaje “Llave en la cerradura” a la altura de sus genitales….

Y si de golpes se trata, no se puede dejar de mencionar “los de puño”, aquellos que sobrevenían a las cargadas que comenzó a soportar ni bien empezó a interactuar con el mundo exterior. En la escuela por ejemplo, Hortensio siempre encontraba quien bromeara con su nombre. Y el aunque quería, no aguantaba... Y así terminaba, magullado, con el guardapolvo apto para “el desafío de la blancura” y de florero en la puerta de la dirección.

Así, a fuerza de golpes se abrió paso Hortensio. Pero a pesar de todas las vicisitudes por las que le tocó pasar, nunca recriminó a sus padres por tan condenable apelativo. Al contrario, nunca se atrevió a desobedecerlos. A su padre le tenía demasiado respeto, por no decir un miedo importante. Don Estanislao era un hombre corto de palabras pero amplio en cuanto a métodos de castigo. Su arma preferida era el cinto con una hebilla de delicada terminación traída de una casa de artesanías de Santiago del Estero, su provincia natal, que dejaba unos “tatuajes” bien fashion; luego le seguían distintos tipos de calzados, preferentemente con taco; y por último, si se le daba por improvisar, sus propias manos laboriosas. Por el contrario, con su mamá la relación era completamente edípica. Dionisia lo cuidaba como un bebé, pero un tanto en exceso, a punto tal que a los seis años Hortensio aún desayunaba chocolatada caliente en mamadera, recién un año después aprendió a ir al baño sin ayuda y a los doce a ducharse por su cuenta. ¿Si alguna vez se enojaba Dionisia con él? Muchas, pero a diferencia de su marido no tenía bien en claro cómo castigarlo, con lo que terminaba recurriendo a opiniones de las amigas de la peluquería del barrio, lugar de inspiración femenina por excelencia. Así el pobre Tomate debió soportar de la ducha con agua fría hasta arrodillarse sobre un papel de diario con sal gruesa…
(Próximamente, mucho más sobre la vida de Hortensio "Tomate" Pavone, el desafortunado personaje de Longchamps)

Comentarios

Anónimo dijo…
pobre Hortensio!!! me da lastima
Anónimo dijo…
jajajaja que buen personaje! me hace acordar a varias personas..:)
Saludos y dale que esperamos la segunda parte....
sam dijo…
Si hacemos memoria, todos conocemos a un Hortensio, yo conozco a uno y muy bieeeeen.!!! jaaaa
Anónimo dijo…
que personaje te mandaste chino!!
Anónimo dijo…
Por suerte Hortensio se salvo del segundo nombre.. pobrecito..

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